jueves, 17 de septiembre de 2009

Instrucciones para transformar un café en una cita

Creo que al doblar a la esquina algo me dijo que las cosas habían cambiado... tan solo saber que estabas esperando con ojos preocupados. Me abrazaste, y no era fácil soltarse...

Caminamos en una dirección conocida por ambos... malacostumbrados tal vez... a los mismos muros, las mismas tazas... el mismo café...

De vuelta el mismo teatro... la misma historia... llegan a mi memoria sonrisas y llantos... de veces anteriores en que la misma mesa fue oyente de nuestros testimonios... pero tenías la mirada cargada de palabras... y si bien intentaba entretenerte y no me hablabas más que para asentir o disentir... sabía que estaban por caerse algunas cosas de esos ojos.

Siento todavía tu mano en la mía... y escucho todavía cada palabra... entiendo mejor cuando recuerdo las preguntas y me sonrío secretamente al descubrir que a cada cosa respondía con un "sí".

Podrán pasar los meses... los años... y no voy a arrepentirme de cómo se dieron las cosas... tal vez ingenuos navegantes de la vida, nos tomamos los recaudos necesarios para conocernos bien... tan bien que no quepa una mentira.

No podría evitar la caminata... ni mucho menos el disfrute que ocasiona que no importe adónde vamos... sólo importa que es probable que de ahora en adelante no me suelte de tu mano...

No era un plan que yo tuviera... ni tuyo tampoco. Estoy segura. Pero si ví una cosa que tenía miedo de olvidarme... algo que divertido me dijiste hace muchos años que era un defecto de la vista y siempre me encantó.

Dicen que los escritores pierden sus poderes pocas veces... ésta es una... y es buena señal.

Te quiero