domingo, 4 de octubre de 2020

TODO VA A ESTAR BIEN

Miró por la ventana y se sintió feliz. Se dio vuelta para mirar hacia la cuna y suspiró. Al final dieron con el nombre perfecto después de tantas idas y vueltas. Parecía tan lejano el bendito evatest positivo. 

Sentía por momentos que vivía otra vida. Se acercó, le tapó los pies chiquititos y la felicidad la inundó por dentro. Desde la habitación se sentía cómo corría Pedro en el patio. Había logrado convencer a Santiago de comprar un perro. 

Se puso un sweater y dejó la puerta entornada. Caminando por el pasillo escuchaba la música bajita en el living. Escuchaba con placer la conversación de Fidel y Rosario que apenas se entendía, porque realmente esos dos parecían sacados de un libro de cuentos. Discutían sobre arte, Fidel que no tenía mucha habilidad para las manualidades le decía cómo le parecía que tenía que hacer un trabajo para la facultad, Rosario se le reía y pasaban de la discusión a los chistes. 

Pasó por el baño y levantó una toalla tirada en el piso. No podía creer que toda la historia de su vida cupiera en su ser. Se rió siquiera de pensar que algo iba a molestarle después de todo lo que habían pasado. Se miró al espejo, por primera vez en meses sentía que estaba sana por dentro y por fuera. Porque con ese 2020 -que mejor ni nombrarlo- había dejado muchas cosas para después. 

La Pandemia había cambiado el mundo, nadie podía creerlo, porque por momentos parecía que realmente lo empeoraba en lugar de sacar lo mejor de cada uno. Los últimos meses parecía interminable, pasaron por muchos estados, pero la verdad es que todo por algo ocurre y todo había salido de maravilla.

Pensaba en esos días, en las corridas, los miedos, las precauciones, la falta de precauciones... Las cosas que no podía dejar de hacer las que dejaba de hacer porque necesitaba rebelarse. Pedro se merecía un trofeo realmente, había sido una etapa dificilísima para todos, pero a esa edad bancarse el estilo de vida que llevaron, era para condecorarlo. Y ahí estaba, como todo niño feliz, corriendo afuera, jugando con el perro, sin reclamar siquiera su incomparable actitud.

Fidel era Fidel. Todo empezó tan rápido que no sabía si por momentos los días se le volaban o se volvían una tortura interminable. Pero si pudiera decirle a alguien lo que tenía en este momento en la cabeza, era que todo lo malo tarde o temprano pasa. Y hay que vivir así los malos momentos; pensando y enfocándose en los buenos. Había descubierto que se puede vivir la vida como lo que es: algo sumamente delicado, aprovechando cada instante, siendo feliz por cada detalle... No le costaba mucho, por algo tenía el don de saber que no necesitaba nada para estar bien, nada más que sus chicos... y amor de amigos ¿y por qué no? de un compañero que la abrazara en los momentos difíciles y se tomara un fernet bien helado charlando boludeces hasta la madrugada en los fáciles.

Dios escribe derecho en renglones torcidos dicen. Por momentos se preguntaba si había creído en esa dimensión todo el tiempo o había creído porque en algo una necesita creer cuando vive cosas tan intensas. Pero la realidad es que los renglones se habían enderezado. La bitácora del elefante estaba en la mesa de luz. No sabía ni por qué la guardaba tan cerca, la realidad es que no pensaba releerla por mucho tiempo. Pero sabía que había sido un salvavidas importante rellenarla. ¡Qué grande su amiga!: "Esto también pasará" decía en la contratapa y era verdad.

Apareció en el living y trató de no hacer mucho ruido. Rosario le sacaba una foto a Fidel con el celular y le decía que era para el libro de Aventuras. Fidel le había hecho jurar que si un día se peleaban iba a guardarlo igual. Rosario miraba la foto con ternura. Era obvio que no iban a pelearse. 

Se acercó a la cocina, miró a su alrededor no pudiendo creer que una casa con containers se haga tan rápido. Santiago estaba en la galería trabajando en la computadora. Salió se le apoyó en el hombro y le preguntó si quería un café.

-¡¿Qué no?! - le dijo. La miró agarrándole la mano - te estaba esperando para pedirte que me hicieras uno, en un ratito termino. 

Fue a poner el agua y se acordó de los cafés recalentados en el microondas de Teresa. Iba a llamarla más tarde para ver si pasaba a visitarlos. Se habían comido una cuarentena tan intensa que después de la Pandemia vivían la vida minuto a minuto.

Los "ratitos" de Santiago podían durar mil horas, así que le contestó unos mensajes a Laura, y puso un par de emoticones en algunos chats. Sus hermanos insoportables preguntando cuándo podían venir a conocer a la criaturita. Preparó las dos tazas y sintió el llanto que venía de la habitación. Mientras entraba al dormitorio y buscaba una manta para salir afuera, le pidió a Fidel que llevara el café a la mesa de la galería. Salió y se sentó al lado de Santiago apretando el cuerpecito tibio contra su pecho.

Fidel y Rosario salieron con la cafetera y una bandeja con galletitas. Se sentaron en el banco al lado de ellos. Fidel la abrazó por detrás.

- Te pregunté si querías ser el padrino.

- Mamá... te dije que voy a ser lo que quieras que sea... ¡pero después no me des indicaciones de qué enseñarle y qué no!... dame un ratito a mí dijo estirando los brazos.  

Le agarró una mano con la que tenía libre y le dio un beso.

- Ya te doy... entre vos y Santiago nunca puedo quedarme un ratito así... - le acomodó la cabecita y miró como dormía, acomodó la manta para pasarle el "paquete" como le decían con Pedro. 

Nada podía ser mejor. Pedro incansable seguía corriendo y tirando un disco para que el perro lo buscara.

- ¡Este perro va a ser re inteligente! ¡van a ver! - gritaba agitado y parecía que iba a dejar el pasto más corto si no paraba un poco.

Santiago mirando al peludo perro levantó una ceja. 

- Eso espero, tanto me rompieron las pelotas ¡espero que sirva para algo más que buscar el disco ese! ¡¡¡¡Además me salió carísimo!!!!

Fidel se empezó a reír y le explicó a Rosario que Santiago no quería un perro que no fuera de raza. Y bueno, de raza no tenía nada pero era muy divertido y guardián. Y últimamente el chinchudo de Santiago hasta lo dejaba entrar a la casa.

La vida estaba en pañales, literalmente en pañales... La tormenta había pasado y todo lo que había por delante sólo podía ser cada día mejor.

Se acordó de ese día que por primera vez fueron a ver un terreno juntos. Ese día que Fidel le dijo que Santiago buscaba algo para que vivieran todos. Los sueños pueden hacerse realidad, y hay que inventarse uno nuevo a cada rato, pero éste era perfecto.

PD: escribo esto para Fidel, para Leo, para Pedro, para Santiago y para todo aquel que sepa como yo, que la esperanza es lo último que se pierde y que la felicidad es un camino de ida. La felicidad es todo eso que ocurre mientras la buscamos. Dejé este blog hace mucho tiempo, pero la última vez que publiqué algo fue porque confiaba ciegamente en esta palabra:

[ es.peˈɾan.θa ] o [ es.peˈɾan.sa ]
sperantiasperanssperaresperes, spesespérancesperanzaesperança, speranza, 
Esperanza: Confianza en que algo deseado sucederá

Mi amiga de la carta anterior hoy tiene un bebé muy hermoso. No importa adónde apunten las cartas, qué digan "los que saben", a la vida la hacemos nosotros, porque somos 80% agua, y el agua es realmente modificable. Sólo necesitamos de ese 20% que crea en la posibilidad de algo diferente. Creo plenamente en la esperanza, en las utopías y fundamentalmente en los aprendizajes.